IGNASI SUMOY BOLUFER (Barcelona, 1953)

Ignasi Sumoy es un artista de intensa trayectoria. Ha luchado en solitario para despojarse del primitivismo simbólico de sus primeras obras y no caer en el lugar común de tantos pintores que a lo largo de los años ochenta siguieron la brecha abierta por los ’neo-expresionismos’ tan extendidos bajo distintas denominaciones en los diversos países de Europa.

Sin mimetismos, su obra nace de una particular ironía sobre el hombre de hoy, la vida urbana y las relaciones humanas en el contexto de la civilización contemporánea. Una visión del hombre como ser pasivo que recibe los efectos de dicha forma de vivir encarnaría la tremenda capacidad receptiva de este artista, poroso a cuanto sucede a su alrededor y a sus propias vivencias que canaliza mediante un arte de síntesis de gran potencia sígnica.

El artista ve al hombre urbano en constante transformación: el hombre-edificio, el hombre-máquina, el hombre-automóvil, etc., y rodeado de un vocabulario estándar que irrumpe en la vida de la ciudad, arquitecturas, grafismos impactantes, mensajes escritos, emblemas, símbolos y toda clase de signos codificados y sometidos a la interpretación subjetiva de ese hombre anónimo que pulula y transita por la ciudad con gran sentido crítico.

Su pintura es el reflejo de ese microcosmos en el que el hombre urbano observa y es observado, donde la agresión cohabita con el silencio, donde el grito es inaudible por la acumulación de sonidos y ruidos. És también la pintura del hombre-objeto, despersonalizado, de figura emblemática y trazo geométrico, de referencias egocéntricas, víctima de los demás y a veces de sí mismo. Todo un mundo de interioridades que el artista sugiere y el espectador intuye dentro de un laberinto plástico hecho de concisión y precisión.

Contrariamente al sentido narrativo o del ‘graffiti’, Ignasi Sumoy tiende a lo poético, a lo simbólico, a partir de un lenguaje estético que intenta expresarse con inmediatez, efectividad, síntesis y singularidad. Y ello lo consigue centrando la atención en formas simples, potentes, de raíz geométrica y colores planos y primarios rodeados de gruesos contornos negros. El triángulo, el círculo, la cruz, el rectángulo convierten al ser humano y su complejo mundo urbano en un universo de formas dentadas, geometrismos personalizados y maquinismos post-Léger.

El hombre geométrico y mecanizado de sus obras ha dado paso en sus pinturas a un ser que exterioriza sus sentimientos y pasiones mostrando sus laberintos interiores. 

La entereza de su trazo, la contundencia de sus formas, la interacción entre el fondo y la forma, dan a sus pinturas unos valores de singularidad y originalidad que superan fases anteriores en su trabajo, principalmente sus dibujos sobre papel en el que la superficie de esto era solo un pretexto en el que abandonar gráficamente sus fantasmas urbanos. El paso a un material más duro, la tela, se ha realizado sin traumas ni deseos de llegar a reivindicaciones  de la sensualidad pictórica. Su mundo plástico sigue siendo el trazo, la simplicidad y la iconografía emblemática, dura y sugerente. 

Sorprende su espontaneidad calculada, su explicita renuncia al lenguaje automático y espiritual del ‘graffiti’ en favor de unas formas escogidas intuitiva y sabiamente como la única posibilidad de representación. Formas de dentro de su abstracción y de su anónima existencia plástica acaban por dotarse de significados que permiten más de un nivel de lectura. Por otro lado, aquellos signos procedentes de un repertorio urbano se ‘desemantizan’, perdiendo significación.

La propuesta de Ignasi Sumoy es muy sincera. Se dirige a lo más profundo del alma humana para poder captar desde el plano de la emotividad todo lo que ésta contiene de bueno y de malo, aceptando todas las contradicciones del ser en ese difícil diálogo entre uno mismo y los demás, entre el yo y lo que nos rodea. Podríamos hablar de fuerza psíquica en sus obras, de dominio de lo irracional, sin embargo, la forma como materializa toda esa carga mental hace que ese laberinto psíquico aparezca ordenado bajo la imagen de una presencia enteramente objetiva.

Ignasi Sumoy, autodidacta, ha conseguido forjar una obra completamente distinta a otros pintores coetáneos, a partir de su subjetividad, capaz de crear una pintura de mensajes directos y al mismo tiempo ambiguos, en el que cada espectador puede reconocer y proyectar algo de sí mismo.

 

Pilar Parcerisas